Consultorio de Salud

Boletin de Salud - Junio 2014

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¿Tiene usted siempre hambre?

Este es el motivo:

 

Durante la mayor parte del siglo pasado, nuestra comprensión de las causas de la obesidad se ha basado en las leyes físicas inmutables.

En concreto, en la primera ley de la termodinámica, que dicta que la energía ni se crea ni se destruye.

Cuando se trata de peso corporal, esto significa que la ingesta de calorías menos el gasto de calorías es igual a las calorías almacenadas.

Rodeados de tentadores y sabrosos alimentos, comemos en exceso, consumimos más calorías de las que podemos quemar, y el exceso se deposita en forma de grasa. En teoría la solución más sencilla es ejercer la fuerza de voluntad y comer menos.

El problema es que este consejo no funciona, al menos no para la mayoría de las personas, a largo plazo. En otras palabras, si usted al empezar un año se propone perder peso, probablemente se olvidará de ello para la primavera, sin preocuparle de como se verá en traje de baño en julio.

Más gente que nunca somos obesos, a pesar del incesante enfoque en el equilibrio de calorías por parte de gobiernos, organizaciones de nutrición y de la industria alimentaria.

¿Pero qué sucede si hemos confundido la causa y con el efecto? ¿Y si no es comer en exceso lo que nos hace engordar, sino el proceso de engordar es lo que nos hace comer en exceso?

Cuantas más calorías quedan encerradas en el tejido graso, menos están circulando en el torrente sanguíneo para satisfacer las necesidades del cuerpo. Si lo miramos de esta manera, es un problema de distribución: Tenemos una gran cantidad de calorías, pero están en el lugar equivocado. Como resultado, el cuerpo necesita aumentar su ingesta. Tenemos más hambre porque estamos cada vez más gordos.

Es como el edema, una condición médica común en la cual existen fugas de líquido de los vasos sanguíneos a los tejidos circundantes. No importa la cantidad de agua que beban, las personas con edema pueden experimentar sed insaciable porque el líquido no se queda en la sangre, donde más se necesita.

Del mismo modo, cuando las células de grasa absorben demasiado combustible, las calorías de los alimentos promueven el crecimiento de tejido graso en lugar de servir a las necesidades de energía del cuerpo, lo que provoca comer en exceso en todas las personas menos en las más disciplinadas.

Los doctores David S. Ludwig y Mark I. Friedman discuten esta hipótesis en un artículo recién publicado, el pasado 16 de Mayo, en JAMA, la revista de la Asociación Médica Americana.

De acuerdo con este punto de vista alternativo, factores del medio ambiente han provocado que las células de grasa en nuestros cuerpos cojan y almacenen cantidades excesivas de glucosa y otros compuestos ricos en calorías.

Debido a ello hay un menor número de calorías disponibles dando combustible al metabolismo, por lo cual el cerebro le dice al cuerpo que aumente la ingesta de calorías (sentimos hambre) y ahorre energía (nuestro metabolismo se ralentiza). La gordura es inevitable.

Comer más resuelve este problema temporalmente, pero también acelera el aumento de peso. Reducir las calorías invierte el aumento de peso durante un corto tiempo, haciéndonos pensar que tenemos el control de nuestro peso corporal, pero incrementa previsiblemente el hambre y ralentiza el metabolismo aún más.

Si esta hipótesis resulta ser correcta, tendrá consecuencias inmediatas para la salud pública. Esto explicaría por que los decenios centrados en la restricción calórica fueron destinados al fracaso en la mayoría de las personas.

La información sobre el contenido de calorías seguiría siendo relevante, pero no como una estrategia para bajar de peso, sino para ayudar a las personas a evitar comer demasiados alimentos procesados altamente cargados con carbohidratos rápidamente digeribles.

El tratamiento de la obesidad más apropiado se centraría en la calidad de las calorías en lugar de en la cantidad.

 

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