Consultorio de Salud

Boletín de Psiquiatría y Psicología. - Febrero 2015

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La utilización del dolor en la creación de

lazos profundos.


El año pasado, Dimitris Xygalatas, jefe del laboratorio de Antropología Experimental en la Universidad de Connecticut, decidió llevar a cabo un curioso experimento en Mauricio, en el suroeste del océano Índico, durante el festival de Thaipusam, una celebración del dios hindú Murugan.

Durante diez días antes del festival, los devotos se abstienen de comer carne y de tener relaciones sexuales.

Al comenzar el festival, pueden elegir mostrar su devoción en la forma de varios rituales comunales. Uno es bastante leve.

Se trata de oración comunitaria y cantar al lado del templo dedicado a Murugan, en la cima de una montaña.
El otro, sin embargo — el Kavadi — es uno de los rituales religiosos modernos más dolorosos que actualmente se practican.

Los participantes deben clavarse en varias partes de sus cuerpos agujas y pinchos y fijarse ganchos en sus espaldas, con los cuales arrastran luego un carro durante más de cuatro horas.

Después de arrastrar el carro, suben a la montaña donde se encuentra el templo del dios Murugan.

Inmediatamente después de que cada ritual fuera completado Dimitris Xygalatas pidió a los fieles si estarían dispuestos a contestar algunas preguntas en una habitación cerca del templo.

El objetivo de Xygalatas era valorar la experiencia de los fieles, su actitud hacia los otros y su religiosidad.

Luego les hizo una pregunta simple: ¿darían ellos doscientas rupias (el salario base de dos días de un obrero no cualificado) al templo? El objetivo era averiguar si el dolor de la Kavadi conducía a una mayor afinidad por el templo.

Cuando Xygalatas y sus colegas analizaron las donaciones al templo de Murugan, encontraron una diferencia sustancial entre los dos tipos de fieles.

Quienes habían sufrido el Kavadi estaban dispuestos a dar un promedio de trescientas treinta y cuatro rupias al templo. Aquellos que habían participado en oración y canto ofrecieron solo ochenta y una rupias.

En particular, no hubo diferencias en la religiosidad entre los grupos. No es que los más fieles fueran más propensos a soportar el doloroso ritual y también a donar más dinero; los datos mostraron que el dolor del ritual les hizo más generoso hacia su grupo.

Durante siglos, las sociedades han utilizado el dolor como una forma de crear lazos profundos.

Hay ritos religiosos, como la autoflagelación, peregrinaciones solitarias y mutilaciones físicas.

También existen ritos de iniciación menos intensos como las fraternidades , las ramas militares, los campamentos de verano y las residencias médicas.

Ritos dolorosos parecen ser una forma de ingeniería social para conseguir un tipo de afinidad que surge naturalmente entre las personas que han sufrido experiencias traumáticas similares.

Los psicólogos también durante mucho tiempo han creído que el dolor crea lazos excepcionales, y los investigadores llevan realizando experimentos como el de Xygalatas desde los años cincuenta.

Algunos de las primeros hallazgos datan de Elliot Aronson, un psicólogo de la Universidad de Stanford.

Aronson encontró que cuanto más dolorosa era la experiencia que una joven mujer tuvo que pasar con el fin de unirse a una comunidad, ella más que valoraba a dicha comunidad.

Aronson, fiel a sus raíces, atribuyó el efecto a la reducción de la disonancia: deseamos justificar que el dolor sufrido vale la pena. Más de cincuenta años despues y lejos de Palo Alto, Xygalatas llegó a la misma conclusión.

Tendemos a sobrevalorar el placer, pero el dolor es una parte central de lo que significa ser un humano y lo que nos hace felices.

La experiencia dolorosa mejora el disfrute de una actividad posterior, a un nivel fisiológico y emocional.

En un estudio, el psicólogo social Brock Bastian encontró que las personas que habían sumergido su mano en agua con hielo posteriormente disfrutaron de una galleta de chocolate significativamente más que los que no introdujeron la mano.

Como Bastian indica, "el dolor es una especie de acceso directo a la conciencia: nos hace súbitamente conscientes de todo los que nos rodea en nuestro medio ambiente".

El dolor nos coloca brutalmente en una conciencia sensorial virtual del mundo, tanto como la meditación.

El verdadero poder de vinculación del dolor puede estar en el agudo placer que sentimos después de que dicho dolor ha pasado.


Nuestros increíblemente moldeables cerebros.


 

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