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Nuestros increíblemente moldeables cerebros.

Febrero 2015 | Boletin Mensual de Psiquiatría y Psicología

El ejercicio físico y mental puede mantener el cerebro en forma y lo ayuda a recuperar capacidades perdidas por enfermedades y traumatismos.

¿Puede el cerebro sanarse y preservarse a sí mismo — o incluso mejorar su funcionamiento a medida que envejecemos?

Durante algún tiempo, muchos científicos han tendido a pensar en nuestros cerebros son como máquinas, más comúnmente como computadoras u ordenadores, destinados a romperse con el tiempo bajo la presión de la edad y del uso.

En los últimos años, sin embargo, la investigación en neurociencia ha comenzado a mostrar la insuficiencia de esta metáfora a la hora de describir la fisiología del cerebro. Resulta que nuestro cerebro, al igual que nuestro cuerpo en general, es mucho más propenso a deteriorarse por infrautilización que por uso excesivo.

Durante décadas, médicos y científicos generalmente han creido que el pronóstico para la mayoría de los problemas cerebrales era sombrío.

La opinión estándar ha considerado que el cerebro ha llegado a ser tan complejo y especializado que tenemos que pagar un precio por su sofisticación: el precio es que no se puede reparar o restaurar con piezas de repuesto, como es posible con otros órganos, como por ejemplo la piel, el hígado y la sangre.

Este punto de vista en parte provenía de una imagen que había prevalecido desde la época del gran filósofo francés y científico René Descartes, quien describió el cerebro como una gloriosa máquina con piezas individualmente separadas y distintas.

Herederos de Descartes argumentaron que cada una de estas partes realiza una sola función mental en una sola ubicación. Si una parte era dañada— por un fallo genético, accidente cerebrovascular, lesiones o enfermedad — se suponía que el cuerpo no tenía recursos propios para enfrentar el problema: después de todo, las máquinas no pueden repararse a si misma o espontáneamente crear nuevas piezas.

La triste implicación práctica de este punto de vista para quienes deseen mantener su cerebro, es clara: Toda maquina se degenera inevitablemente con el tiempo y con el uso.

La regla para una máquina es, "Usala y piérdela". Muchos médicos bajo la influencia de esta analogía vieron los intentos de los pacientes a resistir la decadencia de sus cerebros a través de la actividad y el ejercicio mental como una inofensiva pérdida de tiempo.

Afortunadamente, un creciente cuerpo de investigación sugiere que esta visión es errónea y que una regla más precisa para el cerebro es "Úsalo o piérdelo".

La opinión dominante en la neurociencia y la medicina de hoy es que un cerebro vivo es en realidad "neuromoldeable" o sea que a sus "circuitos" están cambiando constantemente en respuesta a lo que realmente hacemos .

Al pensar, percibir, formar recuerdos o aprender nuevas habilidades, las conexiones entre las células cerebrales también cambian y se fortalecen. Lejos de estar fijamente cableado, el cerebro tiene circuitos que muy rápidamente se forman , se deforman y se reforman.

Esta capacidad es la base de la manera distintiva de curación del cerebro . Si un área está dañada, nuevas neuronas pueden hacerse cargo de viejas tareas.

Tampoco somos solo nuestras neuronas. Nuestros recuerdos y experiencias también están codificados en los patrones de energía eléctrica producidos por las células de nuestro cerebro, como una partitura musical.

Como con una orquesta, cuando un miembro de la sección de cuerda está enfermo, el espectáculo puede todavía seguir si quien le reemplazo tiene acceso a la partitura musical.

Consideramos la demencia, que de alguna forma afecta alrededor al 15% de las personas mayores de 70 y avanza con rapidez a medida que envejecemos.

Un cerebro con enfermedad de Alzheimer, la forma más común de demencia, es un cerebro que está perdiendo su total plasticidad . Se encoge y pierde las conexiones. Pero un creciente cuerpo de investigación ha encontrado que el ejercicio, tanto mental como físico, puede disminuir el riesgo de sufrir demencia.

El año pasado, Peter Elwood y un equipo del Instituto Cochrane de Atención Primaria y Salud Pública en la Universidad de Cardiff en el Reino Unido dio a conocer resultados del estudio más detallado hecho sobre el efecto del estilo de vida y el ejercicio sobre el riesgo de contraer demencia. Los investigadores siguieron a 2.235 hombres — casi todos habitantes masculinos de Caerphilly, Gales, con edades iniciales entre 45 y 59 años de edad — durante 30 años.

Encontraron que quienes constantemente hicieron 5 determinadas actividades redujeron su riesgo de deterioro cognitivo y demencia en un sorprendente 60%. Dichas actividades eran: realizar ejercicio, llevar una dieta saludable (por lo menos tres o cuatro porciones de frutas y verduras al día); mantener un peso normal con un índice de masa corporal entre 18 y 25 años; limitar el alcohol a un vaso de vino al día; y no fumar.

Pero las actividades con el mayor impacto en el riesgo fueron caminar por lo menos 2 millas por día, andar en bicicleta 10 millas por día o participar en algún otro regular y vigoroso ejercicio físico .

Cinco de estos factores han demostrado en otros estudios promover la salud general de dos tipos de células en el cerebro: las neuronas y células gliales (que interactúan y protegen a las neuronas).

Otro estudio reciente — aleatorio, controlado- de Kirk Erickson de la Universidad de Pittsburgh y colegas publicado en los Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias — muestra que aquellos sin demencia que hicieron ejercicio aeróbico durante un año mostraban ampliación significativa del hipocampo. El hipocampo es la región del cerebro que convierte la memoria a corto plazo en memoria a largo plazo, y suele ser la primera región del cerebro en deegenerarse en la enfermedad de Alzheimer y con la edad en general.

En el 2011, un estudio publicado en la revista Neurology. J. Eric Ahlskog de la clínica Mayo revisó la evidencia disponible sobre ejercicio y enfermedad de Parkinson, en animales y humanos. El ejercicio vigoroso, para los propósitos del estudio, incluyó caminar, nadar y "actividad física suficiente para aumentar el ritmo cardíaco y la necesidad de oxígeno." Concluyó diciendo que el ejercicio merecía un "lugar central" en el tratamiento del Parkinson.

El principio básico de "úsalo o piérdelo" y el beneficio de formar nuevas conexiones cerebrales a través del uso intensivo del aprendizaje también se aplica a personas sin problemas cerebrales. El ejercicio físico produce nuevas células en el sistema de memoria, pero el ejercicio mental preserva y fortalece las conexiones existentes en el cerebro, dando una "reserva cognitiva" para evitar pérdidas futuras y perfeccionar habilidades.

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